En Venezuela la novena de las misas de aguinaldo se realiza tradicionalmente en la madrugada, en ese punto en que la noche está llegando a su fin, como símbolo de que, sobre la penumbra, siempre vence el amanecer. Esto es, desde luego, una metáfora del nacimiento de Jesús, quien venció las tinieblas al encarnarse en la humanidad para iluminarnos desde adentro de la historia, desde la experiencia cotidiana y concreta. Esa experiencia la tuvo Jesús en el seno de una familia humilde, oprimida y perseguida (como se sienten muchos venezolanos en la actualidad).

Al terminar la misa de aguinaldo, a plena luz del día, sigue una reflexión comunitaria que se hace en el patio, y que concluye habitualmente en un ágape (muchos lo llaman “compartir”), es decir, en un pequeño desayuno que se ofrece como ocasión para conocernos personalmente, entre chocolate caliente y cantos de aguinaldo.

Pero por un momento, las terribles condiciones económicas de Venezuela en este 2016, tendieron un velo de duda en nuestros corazones, que nos hizo pensar que ese acto de “compartir” un desayuno no sería posible esta vez.

Hoy en la madrugada, en la iglesia San Juan Bosco, tuvo lugar la primera misa de la novena de aguinaldo. Contra todo pronóstico, tuvimos nuestro tradicional desayuno. Fueron los hermanos del sector popular Bucaral los que nos mostraron los signos del evangelio entre nosotros: junto a su grupo de gaitas y parrandas, llevaron una rica infusión de malojillo con toronjil y un sabroso jugo de guayaba (ambos pueden verse como una alternativa económica y sana ante los costos del chocolate caliente); tequeños caseros, un pandoro picadito, un pan de jamón, un par de paquetes de galletas y una cremita para untar (quizá olvide algo). Algunas de estas cosas fueron enviadas por personas de Bucaral que no pudieron asistir, pero que querían mantener vivos los signos del cariño que los une a la parroquia. Dispuesto todo en una pequeña mesa, parecía no ser mucho. ¿Pero saben qué? No solo fue suficiente, sino que sobró. Bucaral nos dio un ejemplo de fe, de disposición, de colaboración mutua, de fraternidad, de creatividad ante la crisis y de confianza en los designios del Padre. Hoy, con esta experiencia, la navidad llegó definitivamente a mi corazón, y Dios sabe que lo necesitaba. Sé que mucha gente también. ¡Gracias, Bucaral, por tanto!

Y es que ellos saben que cuando Papá-Dios da, se desborda. Eso sí: como recordó hoy nuestro hermano Hernán, es necesario poner algo de nuestra parte: echar las redes (la pesca milagrosa), traer jarrones de agua (las bodas de Caná), reunir los panes y pescados disponibles, aun si son pocos (la multiplicación de panes y peces), etc. De aquello que tenemos y, sobre todo, de la voluntad de dar cuando nada tenemos, Dios hace siempre un milagro.

Creo que hoy nos toca aprender algo muy importante: que aunque es lógico que los problemas que vivimos en Venezuela nos afecten, no debemos dejar que nos influyan hasta convencernos de desistir. Ya nos han quitado muchas cosas en el país (las arcas de la nación, la posibilidad de planificar a futuro, la seguridad social). Luchemos por mantener vivos nuestros símbolos de fraternidad, reconocimiento mutuo y vida plena.

Hoy más que nunca, estoy convencida de que “nadie es demasiado pequeño ni demasiado pobre como para no tener algo que ofrecer” (Tapia, S/F, Aprendizaje-servicio solidario: algunos conceptos básicos). ¿Ven como a la oscuridad le sigue siempre la luz radiante? Eso es el espíritu de las misas de aguinaldo. ¡Me siento orgullosa de pertenecer al pueblo venezolano!